Cuántas veces hemos escuchado algo así como: “Una ducha fría y santo remedio para esa pataleta”. La buena noticia es que parece que cada vez menos.

Sin embargo, al ser este un metodo usado con frecuencia hasta hace no mucho tiempo atrás, existen generaciones completas a quienes les tocó vivir esa forma de castigo y que viven sus consecuencias. O incluso las reproducen y siguen defendiendo su poder correctivo frente a las infancias.
¿Es eso cierto? tomar a un niño o niña que esta desbordado emocionalmente y empaparlo con agua fria con el fin de provocar un shock sensorial que lo “tranquilice” ¿Es algo beneficioso en su crianza y desarrollo?
Partamos de lo evidente, es muy probable que quienes diefiendan esta práctica, argumenten que efectivamente detiene de manera instantánea cualquier berrinche, y puede que en eso tengan razón. Es de esperar que el niño o la niña quede en una actitud sumisa y temerosa frente al adulto que lo ha metido allí. Sin embargo ¿cuál es el proceso interno por el cual atraviesa el infante? y no menos importante ¿qué tipo de relación fomenta con sus cuidadores?
El uso de la ducha de agua fría como castigo puede tener efectos perjudiciales y adversos en el desarrollo emocional de un niño o niña.
Es posible decir que ante todo se trata de una experiencia intensa y punitiva, que podría generar un trauma emocional que perdure en el tiempo.
Aquello podría manifestarse en ansiedad, miedo, ira, fobias o problemas con su autopercepción en el futuro.
Más que mal se le esta indicando a una persona en desarrollo que la expresión de sus emociones está mal y que merecen un castigo silenciador.
La ducha de agua fría es un castigo físico, que puede distorsionar la percepción que se tiene hacia las figuras de autoridad, vinculandola con dolor y coerción, en lugar de ubicar a esas personas en un rol de comprensión, de quien es capaz de ayudarte a metabolizar tus propias emociones, conteniendo y sosteniendo tus dificultades emocionales.
Es importante recordar que una pataleta, por muy desagradable que sea para un adulto, es la expresión emocional de un ser con las herramientas que su entorno le ha entregado y su momento vital le permite. No le podemos exigir lo mismo que a un adulto en ese sentido.
No son pocos los casos en los que en psicoterapia es posible observar a adultos que frente a un cúmulo de emociones que no son capaces de procesar, buscan el castigo físico o mental como una manera de aplacar esas emociones, aparecen los autoreproches, los golpes a las paredes, los auto tirones de pelo. Es posible pensar que como una manera de repetir esas formas en las que se les fue transmitido que debían aplacar su propia subjetividad o canalizar sus propias emociones.
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En lugar de enseñar conductas positivas y habilidades de regulacón emocional, el castigo físico puede reforzar el miedo y la evitación, en lugar de la comprensión y el aprendizaje.
La violencia anula la condición de sujeto de la víctima.
No olvidar que las niñas y niños aprenden principalmente por medio del ejemplo. Utilizar la ducha de agua fría como castigo puede llevarlos a internalizar incluso que la violencia física es una forma aceptable de resolver conflictos.
Alternativas efectivas al castigo físico incluyen la comunicación asertiva, el establecimiento de límites claros, el refuerzo positivo y la enseñanza de habilidades de regulación emocional.
Como sociedad, debemos trabajar juntxs para crear entornos seguros y respetuosos para las infancias (y bueno para todxs), donde se fomente su desarrollo emocional y mental.